Abrazar en la milonga,
es abrazar con el cuerpo,
es acercar el corazón al otro.
Muchos bailarines han sido enseñados a formar una estructura con el abrazo, o a “armarse” (como si nos preparásemos para una defensa o ataque), para crearse un espacio en la pista, o para establecer con ellos una postura “elegante”.

Nada de ello es necesario;
es bien sabido, que los argentinos abrazamos en el tango, como lo hacemos en la vida real, tenemos una identidad, entonces tratemos de transmitirla.
Cualquier cosa fuera de la tradición milonguera en el abrazo, reviste un carácter no real, falso, impropio del afecto que tratamos de encontrar y dar con el abrazo del tango.
Si la compañera, no comparte nuestro ideario, es de caballeros, no obligarla con un abrazo que entonces sí, se convertirá en molesto.
Encontraran otra/otro en la misma milonga para compartir una tanda.
Al acercarnos para el abrazo, en el mismo instante sabremos si ella o él lo comparten.
Si así no fuera, ambos deben aceptar el error de no identificar previamente al eventual compañero/a, y terminar la tanda lo mejor posible.
En las milongas, cada vez más populares y concurridas en el mundo, se reducen los espacios, por ello la herencia milonguera es cada día más vigente.
Se baila con la pareja, y con las demás parejas en la pista. En la eventualidad que tengamos demasiado próxima a otra pareja, recoger el abrazo.

El relato precedente es anónimo y fue enviado a Textura de Arrabal, agradecemos el poder compartirlo con nuestr@s lectores.
El gran tema del abrazo. La intimidad que genera la cercanía de los cuerpos, la posibilidad de conectar en esa intimidad. O no…
Poder ir descifrando en nuestros cuerpos las sutilezas, e incluso las torpezas que vienen no sólo del otro sino en muchos casos de nosotros mismos. De nuestra carga emocional y energética, ni hablar de la física, son un factor importante cuando vamos de milonga.
“Conectados por Historias de Tango”
Imagen de portada cortesía del artista plástico Luciano Vita https://demilongas.com/usuario/luciano-vita/